jueves, 14 de mayo de 2015

La luciérnaga y el libre albedrío




Hace muchos años, en uno de los cursos que realicé me contaron una fábula, de la que no conozco su autor, que decía lo siguiente:

“Cuentan que unos cuantos simios estaban reunidos en un monte. Una noche vieron una luciérnaga y, creyendo que era lumbre, juntaron mucha leña; después, empezaron a soplar con la boca y a abanicar con las manos.  

Cerca estaba un ave sobre un árbol. Y aquel ave les dijo:

- ¡¡¡No seáis tontos, lo que habéis visto no es lo que creéis!!! - no le hicieron caso, ni siquiera volvieron la cabeza a lo que les habían dicho.

Pasó por allí un hombre y le dijo al ave:

- No te entremetas a enderezar ni a avivar lo que no se endereza ni se aviva, ni a enseñar a quien no tiene enmienda; pues a la piedra que no se la puede cortar no la prueban las espadas, y al palo que no se puede doblar no se entremete ninguno a encorvarlo; y yo digo que ¡¡¡quien ésto intente, se arrepentirá!!! 

No escuchó el consejo del hombre, y el ave, enojada porque no le hacían caso, se bajó del árbol y llegó a increpar a uno de los monos.

 Este simplemente la agarró, dio con ella en tierra, y acabó con su vida.

¡¡¡Y siguió soplando la luciérnaga!!!" 

El origen de este cuento se pierde en los tiempos. Algunos lo ubican en el texto árabe Calila y Dimna, procedente del Panchatrantra hindú. Y otros lo atribuyen a Esopo.

Sea cual fuera su origen, a mi siempre me gustó y me marcó una línea de comportamiento y, aunque a veces reacciono como el ave, siempre sé cuando parar.

Lo mismo ocurre en una consulta de tarot, o de cualquier tipo de mancia. El trabajo del profesional es orientar sobre cuáles son las posibilidades más adecuadas ante un problema, o interrogante, pero siempre la decisión final es del consultante, el que muchas veces escucha lo que quiere o recuerda sólo una parte de todo un planteo. No podemos ser como el ave, tratando de imponer nuestro pensamiento ante el consultante. Una vez que están las cartas echadas y los temas aclarados, el consultante solo deberá enfrentar al Arcano 6 y decidir si el mismo quedará al derecho o al revés, si su decisión será correcta o equivocada.

Ergo: Hay que advertir, pero no decidir, la gente debe elegir de acuerdo a su libre albedrío (aunque parezca redundante) y luego aprender (si le interesa) cuál es el brillo real y cuál es el ficticio; decidir que es lo que quiere y, lo más importante, qué le sirve más para el momento que está viviendo!

Y, como dice el refrán:

Todo es de acuerdo al color del cristal con que se mira… aunque a veces se encuentre empañado.


Liliana Cavallini